La suerte de la Estrella Polar

Dicen, cuentan las malas lenguas que ella era frágil como el cristal, hermosa como las flores en primavera y fría como el invierno desde que la llama de su corazón se apagó aquella tarde de un frío diciembre de 1923.
Él desde la lejanía la observaba ver contemplar las estrella, un tiempo después sabría que la Estrella Polar era su preferida. Aun así, sabiendo que ella no le abriría nunca su corazón, albergaba esperanza alguna de poder ser quien volviera a poner una sonrisa en su rostro.
Cuentan que aquella tarde de un frío diciembre su amor de juventud, quién creía ella que era su otra mitad la abandonó y se fue para no regresar jamás. Lloraba día y noche, contemplaba el cielo estrellado y las constelaciones. A ella le daban igual todas porque solo una le haría recordarle a él, la Estrella Polar. Desde entonces se fue marchitando como una rosa, pasó a ser un alma errante anclada en una vida que ya no tenía, borró su tierna y dulce sonrisa por una más fría; y triste, seguía siendo igual de hermosa pero solo tenía esperanzas de que algún día él regresara a su lado.
Como cada día salía a dar un paseo por su lugar preferido de la ciudad, el Parque Olimpo; llamado así porque en cada rincón se hallaba un pasaje o escultura mitológica. Solía ponerse a leer cerca de la diosa Venus por la simple razón que delante de ella fue donde ambos se juraron amor eterno, un amor ahora roto como la porcelana que se parte al rozar el suelo. Tenía su rutina,  mejor dicho su monotonía, donde vivía anclada en el pasado que nada bueno la traía.
Una noche, sin saber el porqué, decidió ir al parque ponerse junto al lago y mirar al cielo. De pronto alguien se le acercó y se sentó junto ella. Estuvieron el tiempo necesario como para que ella se diera cuenta de que algo iba a cambiar en su vida. No fue hasta la tercera noche del verano de 1924, un año después de aquel revés, él se le acercó; la habló y le preguntó que era lo que admiraba del cielo, ella respondió tímidamente la Estrella Polar. Hablaron durante horas, no fue hasta que ella se marchaba cuando se lo confesó, le dijo: 'no hay estrella que más brille que tú y más cielo que este para iluminar tu linda sonrisa, recuerda pequeña que no siempre es bueno sufrir por algo que nos va quemando lentamente como la pólvora'. Ella inmóvil, subió su mirada hasta la altura de sus ojos y con un beso en la mejilla se despidió de él.
Durante los días que siguieron se reunían como cada noche en el parque, ella volvía a sentirse viva llena de vida otra vez. Y una noche de septiembre decidió que confesarle su amor, él la dijo que no tuviera miedo que sentía lo mismo y que nunca la abandonaría. Así fue como cambió la vida a la pequeña gigante Estrella Polar. 

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