Estación

De fondo el ruido de un tren que se aproxima al andén, en el que juegas al balanceo de piernas mientras escuchas tu canción favorita.
Cuando ves que el tren empieza a acercarse, que se va parando y por fin abre sus puertas observas a las personas que salen y entran de él.
En ese mismo instante viene un vago recuerdo. Aún te acuerdas de aquel humeante café en aquella cafetería del centro de Madrid. En la que compartes una interesante conversación con un amigo. Ahora ves con más claridad aquella frase en la que todo lo cambió. 
Mientras te vienen a la cabeza la imagen de aquella tarde comprendes en ese mismo instante que las personas entran y salen de tu vida; que hay gente que se bajará en una parada determinada y otras seguirán el camino. Y que mientras tú haces tu viaje unos decidirán permanecer y te acompañarán en tus mil aventuras o desventuras, estarán mientras rías o bailes; o simplemente sabrán estar en silencio mientras te dejan llorar. 
Todo lo cambió porque ese mismo comprendí que yo estaba por encima de muchas cosas. Que necesitaba ser prioridad y no un quizás. Cambió porque comencé a quererme con cada cicatriz, con cada tirita que aún sostenía pequeños pedazos de mi, comencé a descubrirme y lo más importante a darme el valor que nunca antes me había dado. 
Aún con esos pensamientos en la cabeza, como cual autómata, subía los escalones para acceder al interior del coche y sentarme mientras abría el libro para perderme en sus hojas hasta mi destino.

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